.depende

Un toque en la puerta, se entreabre y la enfermera:

  •     Perdone, doctor, va a pasar la señora de Olivares ¿Necesita ayuda?
  •     No hace falta, son dos segundos, justo el tiempo de explicarle la operación de su marido.
  •     Un poco más de dos segundos espero, Doctor.

Aparece el sonido de una voz aguda antes que el cuerpo de la mujer.

Es una señora de mediana edad, enfundada en un vestido estrecho, con un escote muy pronunciado. Se sienta en la silla de enfrente, apoya el busto sobre la mesa y empieza a hablar con voz chillona:

  •     Doctor, buenos días, como sabrá he venido para hablar de la operación de mi marido. Justo hoy él tenía un viaje importante, y me ha suplicado que viniera para enterarme de todo.  Él no sabe mucho de medicina, aunque sea un alto ejecutivo, yo en cambio he trabajado de administrativa en un laboratorio de análisis y no es por darme importancia, pero algo aprendí. — Intentó mirarle a los ojos, pero él bajo la cabeza.
  •     Esta operación tiene un nombre muy raro—prosiguió—, pancreos…  no sé pronunciarlo, es complicado, muy largo. Estoy convencida de que ponéis los nombres raros para confundir a los pacientes.

Rio a medias, sin mucha convicción, le habían comentado que el cirujano era muy serio y tenía que ser prudente.

Se echa el mechón de pelo hacía atrás con una mirada lánguida.

  •     Señora.
  •     Doctor, déjeme decirle que tengo mucha confianza en usted —subraya la zeta para darle más fuerza.— Nos lo ha recomendado nuestro médico de familia, el doctor Puente, dice que es el mejor, el más brillante, y que ha hecho este tipo de intervenciones miles de veces. Doctor dígame ¿lo operará usted?
  •     Depende.
  •     ¿De qué depende? Mi marido confía en usted, tiene todas las pruebas hechas, análisis de sangre completo, ecografías, TAC, prueba de esfuerzo, visita al cardiólogo— suspira.
  •     Por cierto, no sé si lo conoce, pero el Doctor Fuentes es una eminencia, muy famoso, igual que usted.

 El cirujano hace un gesto negativo con la cabeza, ella prosigue:

  •     Seguro que lo conoce, habrán coincidido en algún congreso, en una reunión de esas que hacen los médicos para comer y llaman científicas, trabaja en la Clínica de la Buena Agua, la que está en el paseo del Canal.

.Depende 

Él esboza un gesto sombrío, a punto está de darle una mala contestación. Observa el reloj de la pared y sin querer al volver la mirada se fija en el pecho de la mujer. Redondo y firme.

  •     Mi marido está fuerte como un toro — insiste ella. —  bueno, me olvidaba, le hicieron también una resonancia “magéntica”.
  •     Magnética— el cirujano empieza a juguetear con el bolígrafo.
  •     Si, sí, lo que diga usted, magnética. Hace unos días le enviamos todas las pruebas  por correo tal como nos pidió su secretaria, espero que haya podido estudiarlas. Él está bien. De vez en cuando vomita, sobre todo cuando vamos a comer fuera. ¿De qué depende? Dígamelo usted que usa mucho esta palabra, yo pienso que en los restaurantes cocinan todo con mucha grasa, si se lo digo yo, pero se empeña en salir, dice que le queda poco tiempo. Es un exagerado, ¿no le parece?
  •     No, no me parece— su voz empieza a cambiar de registro, ella no se da cuenta y prosigue:
  •     Por las noches tiene el dolor metido aquí, en la boca del estómago— y se señala debajo del pecho que con la maniobra casi sobresale.
  • El cirujano no levanta la mirada, no quiere quedar en evidencia.
  •     Y yo le digo: Cariño, ponte dos almohadas debajo de la cabeza como te dijo el doctor Puente para el “regurgito”.
  •     Será reflujo— le corrige él con desgana.
  •     Reflujo o regurgito es lo mismo—¿De qué depende?  No para de decirme que depende.  
  •     Depende del paciente.
  •     Mi marido está bien, ¿no le acabo de decir que está de viaje? Se ha asustado cuando le han dicho la palabra cáncer, Y yo le he dicho ¿por qué? Si todo el mundo tiene cáncer ahora, y no pasa nada, una operación, unos días en el hospital para descansar, y hala, enseguida estás en casa.
  •     Uno entre mil lo consigue—dice en voz baja el cirujano mirándose los zapatos. Nunca ha tenido tanta paciencia.
  •     Lo consigue, ¿verdad? Es lo que acaba de decir, es una operación fácil, lo he visto en internet en YouTube. Pancreo…por el doctor Carnicero y su equipo. Era una bonita película, su cara estaba escondida por una mascarilla y se le veía muy seguro, claro, ha hecho muchas de estas.
  •     Señora, disculpe—y agita el bolígrafo en el aire hasta que se cae al suelo y allí están las piernas de ellas torneadas. Imposible concentrarse.

Ella se asoma hasta conseguir que las tetas se apoyen del todo en la mesa y entreabre la boca.

.

  •     No, doctor, disculpe usted, pero estoy muy nerviosa, a dependeveces veo tan amarillo a mi marido que pienso en complicaciones. La bilirrubina esa de la canción se pone por las nubes y tiene que ingresar. Asegúreme, por favor, que no tendrá ninguna complicación.

Se oye murmullo de pacientes afuera protestando. Y la voz de la enfermera sobresale con autoridad: Dejen trabajar al Doctor, un poco de paciencia.

El cirujano mira el reloj.

  •     Puede haber complicaciones, claro que sí, hay que hacer anastomosis.
  •     Otra vez una palabra rara, anastaqué, ¿el anestesista será bueno? Seguro que usted, que es tan famoso no se arriesga con uno malo. NO puede haber ninguna complicación, me oye, por eso acudimos a usted. Qué angustia —y se toca el pecho—, si me da el ataque de pánico tengo un orfidal en el bolso— abre al bolso y le enseña las pastillas.
  •     Señora— el cirujano está a punto de levantarse, se da un golpe en la pierna y se pone rojo.
  •     Doctor, tranquilo, ya me controlo, solo son unos segundos de ansia, cortitos, luego pasan, siéntese, por favor y tenga la bondad de escucharme.
  •     Si…

El boli empieza a pintar rayas horizontales en la hoja clínica que tiene el médico delante.

  •     Que amable es usted, ya me lo habían dicho. Otro colega suyo, el internista, el que estudia los órganos internos, así está escrito en internet, el Doctor Fidalgo de los Ríos, cuando vio que mi marido tenía metástasis en el hígado dijo:
  •     Si no lo opera el doctor Carnicero no podrá salvarlo nadie.

Mi marido se puso a llorar como un niño y yo le reproché:

  •     Cariño, si unas metástasis no son nada, solo que el cáncer también está en otro sitio, como he leído en internet y en un foro y blog sobre cáncer y metástasis. También se operan y se quitan. ¿Es así?
  •     No siempre, uno entre mil lo consigue— contesta el cirujano levantando un poco el tono.
  •     Doctor, lo tiene que operar usted, es el mejor, está en sus manos— y disimuladamente le acaricia un dedo. Él se retrae casi colorado, sigue sin poder levantar la mirada. Ahora las rayas son verticales.
  •     El otro día cuando fuimos al traumatólogo, el doctor Fuertes con la radiografía descubrió las metástasis en los huesos. Mi marido se derrumbó, quería dejar el trabajo, anular el viaje y operarse en seguida. Pero yo le dije que si uno se acelera es peor. Se busca la mejor clínica y se contacta con el mejor cirujano, por supuesto: usted. Si no lo consigue usted el famoso doctor Carnicero, ¿quién lo va a lograr? Porque usted es el mejor, lo he visto en internet y me lo han asegurado todos sus colegas, el Doctor Puente, el doctor Fidalgo de los Ríos y el doctor Fuertes.

Y se apartó el mechón de la cara.

  •     Doctor Carnicero, pídame lo que quiera y yo se lo daré.

De repente ella se había puesto en pie y se acercaba peligrosamente.

 Se oyó un grito más fuerte que el de Tarzán perdido en la jungla.

.Depende

  •     ¡Enfermera!

Temblaron los pacientes que esperaban fuera.

Cuando ella entró asustada dejando la puerta abierta, el cirujano miró por fin a la señora:

.

  •     Claro señora, yo voy a operar a su marido. Será una operación difícil, larga, arriesgada como todas las que tienen esta patología. Vamos a luchar para que salga bien, está lleno de metástasis y solo Dios puede saber si él será el uno entre mil que lo consigue. Mi anestesista y todo el equipo son grandes profesionales, trabajarán hasta agotarse, no se irán a cenar, aunque tengan hambre.  Y las metástasis no son nada, son una putada y es mejor no tenerlas; tal vez luego haya que hacer radioterapia o quimioterapia. Serán bastantes días de hospital antes de volver a casa, la recuperación puede tardar meses —ya gritaba y todo el mundo estaba en silencio—, hay que controlar muchos factores, hacer un seguimiento serio y sin ninguna interferencia. Todo depende de la actitud del paciente y de sus familiares. Por lo tanto, dígale a su marido que si quiere voy a operarle cuanto antes, pasado mañana, pero  necesita paz y tranquilidad y estas condiciones no pueden depender de usted. Pongo una única condición para operarle, una sola: Que se separe de usted. Y es mi última palabra.

.Depende

Relato Breve escrito por Matilde Tricarico

2 respuestas a “«Depende» … Matilde Tricarico”

  1. ¡Qué buen final! Y qué bien narrado ese ambiente desesperante del que no escucha y solo habla.

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    1. Muchas gracias Julio

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