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Me halaga Julio Collado con un brillantísimo y docto artículo del cual extraigo para el blog, y con su permiso, este breve y textual fragmento:
“Para mostrar que la provocación sin violencia siempre existió y, de no existir sería necesario inventarla, sirva de muestra la transgresión de la musa de la Generación del 27 , la pintora Maruja Mallo, cuando era profesora en el Instituto de Arévalo en el año 1933.
Así lo cuenta Adolfo Yáñez en su interesante libro HETERODOXOS Y OLVIDADOS”:
“Montada en bicicleta, se metió hasta el altar mayor de la iglesia de San Miguel en la que se celebraba misa solemne. Los feligreses -había muchos padres de sus propios alumnos- la observaban escandalizados. Sin comprender la actitud provocadora de la muchacha y presos de un alucinamiento que a Maruja Mallo no le impedía mirar de frente y de forma alternativa a la concurrencia y al cura que oficiaba en el presbiterio. En esos breves instantes constató que, aunque los tenía al alcance de la mano, se hallaba a años luz de aquel sacerdote que mascullaba oraciones en un idioma de otras épocas y de aquellas gentes que decían amén a todo y para las que el tiempo nada contaba.
Se vio ajena a sus mitos y ritos, a sus conductas y usanzas, a sus modos de entender la vida…Y volvió a desandar en bicicleta el pasillo central de la iglesia para retornar al Hotel Jardín”.
Por aquellos “locos” años, la bicicleta era el símbolo supremo de la libertad”.
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Suelto escrito por Pepe Marquina
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