…

.
Yo, señor, perdí mi inocencia en su mirada,
en el labio seductor
con su sonrisa marcada,
en el acrobático ruedo
de sus palabras,
en el dulce salitre
de sus lágrimas.
…
La perdí…
…
en el anestésico vuelo
de sus promesas aladas,
en la centrípeta fuerza
de su aura cadabra,
en el sutil campanilleo
de sus dedos de hada…
…
Así me sumergí en la vorágine de su cáscara amarga
y germiné sus semillas en mis serviles entrañas.
…
Yo, señor, en mi ceguera perdí la ilusión temprana,
en su voz embrutecida,
en su baba encabronada,
en la humillación lasciva
sobre mi cuerpo de esclava,
..
en su faz ennegrecida,
en sus manos desbravadas,
en la apetencia marcida
sobre mi cara marcada,
en su hiel enfebrecida,
en su lengua avinagrada,
en las miserias vertidas
sobre mi pelvis mojada.
..
Me perdí…
…
en su ansia destructiva,
en su aliento de canalla,
en mi adiós a la vida
con sus besos de cizaña,
…
en su labia maldecida,
en su furia desatada
sobre la calma abatida
de mi piel amoratada…
…
Así, señor juez, lidié tan desigual batalla,
así cayeron los pétalos de mi primavera cana,
pero, dígame, ¿en qué momento se nubló
la luz de aquella mirada tan clara?
¿en qué verano se secó la fuente
de la que mana mi confesión de maltratada?
…
Más sepa usted, señoría,
y lo sepa el mundo con usted,
que toda mujer caída
se levanta siempre más mujer.
…
Ext
raído de “Sonetos del Olivar” de Pepe Navas.
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